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CULTURA

19 de enero de 2025

Literatura turística: rutas argentinas hasta el fin

De la Patagonia a Jujuy, de Córdoba a las Malvinas. Este es un recorrido por algunos de los libros más relevantes que han pintado con palabras los mejores y más sorprendentes paisajes del país

>Hay frases hechas, y no por eso menos ciertas. Un libro de viajes. Un viaje de libros. ¿Viajar para leer, leer para viajar? Si la literatura es el lugar donde el lenguaje se elastiza al extremo, entonces sí, aquella frase hecha, dicen que de Emily Dickinson, puede alumbrar algo de verdad: “Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”. No será un paseo muy largo; sí fragmentado, seleccionado, porque Argentina es un país enorme. La propuesta es la siguiente: recorrer algunos libros que ofrecen paisajes, personajes, experiencias que se enmarcan dentro de lo que podríamos definir como viaje de placer. Pero en este paseo, como en cualquier paseo, como la literatura, no todo es placentero. Empecemos.

 

“El paisaje no es solo el paisaje”, escribe Guillermo Saccomanno en el prólogo de su nuevo libro. Se titula Escrito en Patagonia; lo editó La Flor Azul. “La Patagonia no es sólo un jugoso territorio turístico, es además uno que debe analizarse desde una perspectiva histórica y política”. A mediados de los sesentas, cuando hizo el Servicio Militar, le tocó ser “colimba en una guarnición en Junín de los Andes, la precordillera”. Quería ser escritor: tenía varios cuentos y tramaba una novela. Pero había algo que abrumaba el camino: la pretensión, la literatura. En las cartas a sus padres y en las que los soldados le pedían que escribiera para sus novias, apareció un nuevo escritor: despojado, genuino, soberano.

 

Desde entonces, casi todos los años vuelve a esas tierras australes. “Mi concepción de la literatura está ligada a la experiencia. Y pasando de la experiencia a una obsesión, hay una que repito casi todos los años: viajar a este territorio, la Patagonia”. Así, no sólo recuerda, también reconstruye en tensión con el pasado y el presente, historias personales pero también de las complejas desigualdades que encierra el lugar, el de “la nada patagónica”, que siempre “parece haber ganado”. Cautivado por el paisaje pero dándole voz a los conflictos que estallan en el interior del territorio, Saccomanno pinta un escenario complejo: “Allí donde el viento y el silencio imperan, siempre hay una historia aguardando”.

 

En la arena, en el mar, en la línea que se forma entre ambos y sale y entra el sol, ahí, frente a ese paisaje, pasa la vida. Son generaciones y generaciones, hijos de hijos de hijos adorando la inmensidad. Pero como somos seres sociales, como crías de la cultura, la simbología puede más. ¿O acaso la Costa Atlántica es simplemente un horizonte perfecto? ¿Y lo demás: , las sombrillas, el tejo, los castillos de arena, los vendedores de churros, un hombre con un niño en los hombros y una multitud que aplaude al compás para que aparezcan los padres de la criatura? Todo eso está narrado como una fábula coral en Guía maravillosa de la Costa Atlántica de Matías Moscardi y Andrés Gallina.

El libro, que se publicó en el 2022 por Sudamericana y que tiene ilustraciones de Aruki, tiene personajes como Rubén Latuf Irsiger, que usa un gorro que dice “Cazador de Ovnis Mar del Plata”, Norbert Degoas, “el señor de los jingles inolvidables”, o El Patinador Sagrado, “un Rambo lisérgico, motoquero sin moto, superhéroe en tanga”. También acontecimientos inéditos, como cuando en 1954, “de pronto, en el horizonte, la gente divisó un murallón que comenzaba a crecer de manera precipitada como una pared líquida levantada por mil millones de obreros invisibles. Fue el primer y único tsunami registrado en la Costa Atlántica”. Estas son las cosas que le dan textura y color a un lugar.

Si como escribió Julio Requena, “toda Córdoba cabe en un soneto”, entonces hay su enorme geografía: ríos, sierras, barrancas, loess, llanuras, pero también, y sobre todo, su gran mancha urbana. En esas ciudades populosas, turísticas, cosmopolitas y emblemáticas hay una arquitectura destacada y singular. Quien haya caminado por esas calles con los ojos abiertos recordará el relieve de algunas edificaciones: municipalidades, hospitales, escuelas, hoteles, pero también la estructura que sostiene el desorden, desde las obras hídricas hasta el trazado de vialidad. Sobre este asunto, en 2023, la Editorial Universitaria Villa María publicó Córdoba moderna: arquitectura, ciudad y cultura (1927-1970).

 

El gran comienzo, o uno de tantos, se da el 10 de diciembre de 1926 en el Honorable Concejo Deliberante de Córdoba. El poder ejecutivo de la comuna presentó un proyecto de ordenanza: solicitaban que se contrate al ingeniero Benito Javier Carrasco, que venía de Buenos Aires. La petición decía: “Córdoba, por su situación geográfica, su antiguo trazado, sus bellezas naturales no aprovechadas, requiere, más que otra ciudad un plan metódico y coordinado en su desarrollo”. Este es “el momento de emergencia y consolidación del urbanismo como disciplina –y como ‘saber del estado’– en Argentina”, escriben. A partir de entonces, Córdoba se erige como lo que hoy es: vanguardia, modernismo y tradición.

A la Ciudad de Buenos Aires se puede entrar arriba de un tren, por autopista, caminando, nadando desde el Rio de la Plata. Con la literatura pasa lo mismo: hay toneladas de libros dedicados a la gran capital. Entre los clásicos, asoma uno que aún se da ínfulas de outsider. Periodista de profesión, Roberto Arlt escribió sus Aguafuertes porteñas entre 1928 y 1933 en la prensa local. Luego llegarían las compilaciones, las selecciones, las aguafuertes completas (la Universidad de Lanús las “Una pluralidad de manifestaciones de la belleza”. Así define Rebeca Chambi a los textos que se incluyen en Antología de literatura jujeña, editado en el 2020, el año de la pandemia —momento en que “la vida ha sido puesta en jaque”—, por el sello AveSol Ediciones. Se trata de un Entre los autores seleccionados están Libertad Demitrópulos, Ernesto Aguirre, Alberto Alabí, Pablo Baca, Jorge Calvetti, Álvaro Cormenzana, Germán Choque Vilca, Néstor Groppa, José Murillo, Daniel Ovejero, Leonor Picchetti, Héctor Tizón y Domingo Zerpa. “Este es mi cielo y estos son mis lares. / El sol con sus combazos rompe lajas / mientras teje el arroyo las mortajas / para el aire que ha muerto en los alfares”, escribe Raúl Galán, y en otro poema de su autoría: “Aquí mi casa está. Está mi casa, / aunque no tengo casa en esta villa. / ¡Para qué quiero casa de argamasa! / La hice con mis versos en la orilla / del río que entre peñas canta y pasa. / ¡Venid todos a ver, qué maravilla!”

 

Otro poema, esta vez de Churqui Choque Vilca: “Sentémonos un poco en alguna avenida, / comulguemos las horas con las niñas morenas. / Mirémonos sonrientes, ¡total, somos jujeños! / Más allá de gobiernos, de alcurnias o de iglesias, / ¿acaso no pisamos la hermosa tierra heroica / que guarda honrosamente nuestra excelsa bandera?” Entre cuentos, poesías y fragmentos de novela, esta antología va tejiendo un enorme telar de 651 páginas que da cuenta de un Jujuy pasado, histórico, pero también uno más actual, y en ese ida y vuelta entre el ayer y el hoy se construye una tradición. En “Sabotaje en el álbum familiar”, Demitrópulos escribe que “todos los sitios son una trampa”. A veces, hay que dejarse atrapar.

 

Malvinas no es solo una herida, una guerra, un reclamo, una ilusión. Malvinas es un territorio. Abajo de los símbolos, está la materialidad: un archipiélago flotando en el Atlántico Sur a 500 kilómetros de la costa argentina. Rodolfo Fogwill comienza acariciando la nieve de esa materialidad en el inicio de Los pichiciegos, de 1983: “Que no era así, le pareció. No amarilla, como crema; más pegajosa que la crema. Pegajosa, pastosa. Se pega por la ropa, cruza la boca de los gabanes, pasa los borceguíes, pringa las medias. Entre los dedos, fría, se la siente después”. Es la historia de un grupo de soldados argentinos desertores que permanecen escondidos en un túnel mientas explotan las bombas alrededor.

 

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