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14 de noviembre de 2024

El nene hipoacúsico de 8 años que sueña con jugar a la pelota y necesita un implante valuado en U$D 17 mil

Lucas Cavarretta nació sin audición en un oído y mínima en el otro. Sin embargo, un implante oseo bilateral podría hacer que escuche y reemplazar el audífono que tiene hoy y le impide hacer deportes. Cómo ayudarlo

>Jugar al futbol y poder nadar son dos de los grandes deseos de Lucas Cavarretta, el niño de 8 años que nació con hipoacusia bilateral severa debido a una disgenesia, una condición que impidió el desarrollo de sus pabellones auriculares y que hizo que sus orejas estén cerradas. La pérdida auditiva que tiene es significativa en ambos oídos. En el izquierdo, carece de audición y en el derecho posee una capacidad mínima para percibir sonidos.

 

Pese a eso, hay una única solución: una cirugía de implantación ósea auditiva, la cual mejoraría su calidad de vida y le aseguraría entre el 80 y 90 % de audición.

Lucas se ilusiona al pensar en que podría llegar el día en que pueda quitarse la vincha y no tener que usarla más. Le gusta mucho el agua, y cada vez que se mete a una pileta, le pide a su mamá que le retire el audífono para no mojarlo. Disfruta ese tiempo aunque no escuchar lo haga encontrarse con un torrente de sentimientos: ¿Y si lo invitan a jugar y no se entera? ¿Si lo quieren alertar de alguna situación y no se da vuelta?... También se imagina junto a sus amigos corriendo detrás de una pelota, gambeteando a un rival y metiendo un gol. Por ahora, todo eso queda en su mente.

 

Consternada, Paola cuenta que el parto de Lucas fue de urgencia. “Nació a las 36 semanas porque mi cuerpo no le estaba pasando oxígeno ni alimento. Entonces me indujeron el parto porque él estaba ya en las últimas, digamos. Cuando nace, por parto normal, se dan cuenta de que tenía las orejitas mal desarrolladas: las tiene cerrada directamente. No tiene el ‘agujerito’ que tenemos nosotros y por esa malformación, que se llama agenesia auditiva, él no escucha”, cuenta.

 

“A los tres meses le empezaron a hacer todos los estudios y le diagnosticaron hipoacusia bilateral profunda. En ese momento no tenía nada de audición. Después, al desarrollarse un poquito más, pudo tener un poquito. Ahí fue cuando los médicos nos recomendaron un audífono”, detalla.

Al año de vida, Lucas comenzó a usar audífono, un procesador de sonido llamado Baha 5 que funciona mediante vibraciones. “Este dispositivo le permite escuchar parcialmente a través del oído derecho, que es el único que conserva algo de audición”, cuenta la madre. Sin embargo, este procesador es una solución temporal ya que no puede oír cuando se lo quita.

 

“En ese colegio todos los chicos tienen implantes o son sordos. Le iba bien allí, pero dejó de ir cuando su progenitor dejó de pagarlo. En realidad, lo cubría la Obra Social, que todos los meses le depositaba el dinero, pero él decidió dejar de pagarlo y quedarse con la plata. Entonces, el colegio lo dio de baja porque yo no lo podía costear. Al poco tiempo, cuando le suben la cuota alimentaria, que logré por medio de abogados, él, enojado porque le subieron lo que debía pagar, renunció al trabajo y dejó a su hijo sin obra social. Pero yo lo seguí haciendo atender en los hospitales públicos”, resume la cruda historia que debió vivir y admite que antes de la separación debió denunciarlo por violencia.

En medio de su propio dolor, Paola se focalizó en las necesidades de sus cuatro hijos: “Yo soy cocinera y con ese trabajo me gano la vida y mantengo a mis hijos, de 19, 18 y 14 años, los más grandes; y Lucas de 8 años. Ahora, sólo necesito ayuda para que mi hijo pueda escuchar y cumplir sus deseos de jugar al fútbol. Sé que deberá tener siempre cuidados. Ya lo llevé a un club y nos dijeron que con el audífono no puede jugar, pero además, a él le molesta el sonido del silbato porque su aparato funciona por vibraciones”, cuenta angustiada la mujer que hace todo por brindarle a Lucas las oportunidades que necesita para desarrollarse plenamente, a pesar de las limitaciones económicas que tiene.

 

Hace poco tiempo, Paola supo que existe una posibilidad que cambiaría la calidad de vida de su hijo: una cirugía de implante óseo. Este procedimiento permitiría a Lucas tener una audición del 80-90% y mejorar notablemente su calidad de vida. Para que esto suceda, su mamá hace un gran esfuerzo pero no alcanza.

 

Es por esto que, ahora Lucas tiene una nueva oportunidad que representa una intervención definitiva para él: implantes óseos que podrían sustituir el procesador de sonido temporal y ofrecerle una solución más estable y duradera para su audición, pero costearlo es imposible para la madre soltera que cría sola a sus cuatro hijos.

“Con esta intervención (Implante Activo de Transducción Ósea de uso interno Permanente) se lograría un cambio radical porque lo que tiene él ahora es algo provisorio. Sin embargo, la cirugía que propone su médico es implantarle un aparato en el hueso, y eso le permitiría tener una audición cercana al 90%. Y se deben poner en el hueso porque los implantes cocleares, que se usan mucho son colocados en los pabellones auriculares, que él no tiene”, detalla.

 

Además, tiene diseño ergonómico y está optimizado para diferentes tipos de anatomía, lo que significa que no sería muy exagerado para el niño y tiene protección para el agua.

Pese a esta discapacidad, la vida del niño, en lo posible, es igual a la de otro chico de su edad: Lucas asiste a una escuela pública y aunque debe esforzarse más que sus compañeros para comunicarse debido a su limitación auditiva, busca que su falta de audición no sea un impedimento.

 

Lo que destaca es que “este aparato es definitivo”. “No deberá ser reemplazado como el que tiene ahora que aunque le brinda audición en un oído, ya debe ser reemplazado porque es pequeño en tamaño para él y además debe llevarlo con una vincha, que desde hace un tiempo le resulta chica, y le apena usarla. Tengo esperanzas de que podamos, entre todos, ayudarlo”, finaliza.

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