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Washington se convirtió este viernes en el escenario esperado para la asunción presidencial de Donald Trump: pequeñas protestas que se multiplican en las calles o alrededor de los puestos de control y de las únicas puertas de ingreso a la ceremonias, mucha policía y fuerzas militares controlando cada centímetro del corazón de la ciudad y muchos trumpsters exultantes. Finalmente, hubo algunos incidentes que fueron esparcidos por la policía.

En las calles, la anticipación y la expectativa eran intensas. "Esto es histórico, estamos a punto de ver cómo el país cambia por completo. En los últimos años nos fuimos demasiado a la izquierda, así que ahora tenemos que ir hasta la extrema derecha para volver al centro", explicó emocionada y convencida, Jeanet, una empresaria de 56 años de Colorado, que no para de hablar, ni siquiera cuando apura el paso para evitar el inicio de las protestas.

Desde muy temprano, cuando aún era de noche, los primeros cientos de simpatizantes de Trump comenzaron a caminar hacia las bocas de subte, subirse a los micros que tenían designados o, si tenían suerte y dinero para haber reservado un hotel céntrico, emprendieron el peregrinaje al corazón político de la ciudad a pie.

Los trumpsters, como se autodenominan los simpatizantes del futuro presidente, llegaron preparados para una jornada larga: bolsas del supermercado con el almuerzo y bebidas para la tarde, pilotos y paraguas porque se espera una lluvia tenue y mucho, mucho merchandising político.

Los que madrugaron y soportaron el frío casi polar de la mañana invernal pudieron caminar por las calles desiertas e hiper militarizadas del corazón de Washington sin problemas y entraron a la zona cerrada donde serán las celebraciones de este viernes.

Varios puestos de control, diferenciados por colores, rodean la zona cerrada, que va desde el Capitolio, donde jurará Trump, a través de la ruta del desfile posterior y hasta la Casa Blanca. Nadie que no tenga acreditación especial o una entrada -que fueron sorteadas hace tiempo- podrá ingresar al escenario principal del traspaso de mando. Sin embargo, algunos sindicatos, partidos opositores minoritarios y manifestantes anti-Trump en general intentarán romper este cerco cuando la ceremonia de asunción esté en marcha.

Bien temprano, decenas de manifestantes comenzaron a congregarse en la estación de subte Union Station, la más próxima al Capitolio. Para el momento del inicio de la ceremonia de asunción, alrededor de 150 personas seguían protestando y prometían quedarse todo el día en la calle. Bajo la consigna "disrupt J20" ("interferir con el 20 de enero"), intentan boicotear la tranquilidad y las celebraciones de la jornada para advertir al nuevo gobierno que "el fascismo no será aceptado en Estados Unidos", según prometen sus carteles.

Kristin Kramke tiene 24 años, se acaba de recibir de bióloga en Fairfax, Virginia, y a las 6 de la mañana ya estaba plantada, completamente tapada hasta la nariz, al lado de la bandera principal de la protesta. "Estoy acá porque por primera vez me da miedo pertenecer a la comunidad LGTB. Tenemos muchos problemas en este país, pero antes no tenía ese miedo", contó casi con vergüenza, mientras a su alrededor veteranos militantes de izquierda pedían a gritos hacer "la revolución".

A cuatro cuadras de allí, otra pequeña protesta empezó a ganar temperatura. Se tratan de jóvenes judíos en contra de la ocupación militar israelí de Palestina, pacifistas, activistas que piden el cierre de la cárcel de Guantánamo vestidos como se vio muchas veces a los prisioneros en fotos, con trajes naranjas y con capuchas negras. Los manifestantes eligieron estratégicamente una intersección de dos calles, al lado de uno de los puestos de control para ingresar a la zona del Capitolio.

Con el pasar de los minutos la manifestación comenzó a crecer y logró cerrar el paso a los trumpster, que con mirada indignada y de repulsión, pasaban a su lado. Inmediatamente, la intersección se llenó de fuerzas de seguridad: algunos vestidos con ropa militar, otros de azul francia en bicicleta, otros con el uniforme tradicional de la Policía de calle. Salvo los que llevaban uniforme castrense, todos se juntaron, hombro con hombro, y empezaron a empujar y amenazar a los manifestantes. La tensión escaló rápidamente. Los gritos de los manifestantes se fundieron con los de los policías y con algún insulto o carcajada que lanzaba uno de los simpatizantes de Trump que miraban la escena con una mezcla de horror y satisfacción.

"Mientras haya mucha seguridad, no nos va a pasar nada", le decía complacida una mujer toda vestida con los colores de la bandera estadounidense a su pareja, mientras se mantenían en la cola para pasar el puesto de control.

La tensión aflojó y volvieron los cantos y las consignas de los manifestantes, y las chicanas de los trumpsters que pasaban por el costado. "Go home! (Andate a tu casa!)", gritó un hombre de mediana edad, de traje y corbata, que caminaba con su hijo señalando a un grupo de mujeres jóvenes que bailaba al ritmo de la consigna "No al fascimo, no al KKK (Ku Klux Klan), no a Trump". Una de las chicas se dio vuelta, le sonrió y, sin dejar de saltar y bailar, le contestó: "Esta es mi casa. ¡Bienvenido!".

Pero al final volvió la tensión y se produjeron algunos incidentes, pero la policía esparció a los revoltosos con gases lacrimógenos. Corridas y escaramuzas que no hicieron lamental un desenlace trágico.